La propiedad intelectual en plantas y semillas

La propiedad intelectual en plantas y semillas


La investigación y mejora genética ha permitido durante las últimas décadas obtener resultados que los agricultores individualmente hubieran tardado siglos en conseguir. La innovación vegetal es clave para dar respuestas a las necesidades de la sociedad. Debido a la innovación en obtención vegetal, en 25 años los rendimientos económicos del trigo han aumentado un 270%, los del tomate ha aumentado un 1.200%, los del maíz un 110%, los del olivar un 300% y los del viñedo un 200%.


Cada 26 de abril se celebra el Día Mundial de la Propiedad Intelectual e Industrial, con el fin de recordar a la ciudadanía cuál es su razón de ser y cómo a través de ella se contribuye a la innovación y la creatividad. Los derechos de propiedad intelectual e industrial son esenciales para el desarrollo de la creatividad en sectores tan importantes como el de la música, los libros, el cine, y para el impulso de los descubrimientos científicos e industriales, entre ellos, los relacionados con la agricultura y la alimentación.

La Asociación Nacional de Obtentores Vegetales (ANOVE) ha querido sumarse a la celebración de este día, ya que, su misión es fomentar el conocimiento de la mejora vegetal y contribuir al desarrollo del sector agroalimentario mediante la investigación científica y la innovación.

Para ANOVE es una “excelente oportunidad de mostrar la importancia que tiene la investigación y la innovación en el sector agroalimentario”. Su Director General, Antonio Villarroel, explicó en un encuentro con periodistas agroalimentarios que “la innovación en semillas y variedades vegetales resulta fundamental para poder satisfacer las demandas de los agricultores, especialmente en un proceso de cambio climático como el actual, que a todos tanto nos preocupa”. Añadió que “la labor de los obtentores es ayudar a incrementar la producción, reducir los costes de explotación, aumentar los rendimientos y colaborar a lograr una completa seguridad alimentaria”.

La imprescindible investigación en el sector agrario

Según los datos ofrecidos por ANOVE, los incrementos de productividad han sido espectaculares en todos los cultivos desde la década de los sesenta, creciendo entre el 1% y el 3% anual. Esto ha supuesto, por ejemplo, que, en el caso de los cereales, el aumento de la productividad haya aumentado en este periodo entre el 100% y el 200%, dependiendo de los cultivos. Otros cultivos esenciales como la patata, han alcanzado un incremento de casi el 80%. En algunos cultivos como el tomate, se ha aumentado hasta un 1.000%. Pues bien, alrededor del 40% de este aumento en la productividad agraria se debe a la mejora de las variedades vegetales.

Según apuntó Villarroel, “la investigación y mejora genética ha permitido durante las últimas décadas obtener resultados que los agricultores individualmente hubieran tardado siglos en conseguir”. “También ha permitido adaptar cultivos no autóctonos a las condiciones específicas de zonas en las que antes resultaba imposible producirlos”, comenta. A esto se suma que “se ha aumentado la protección a plagas y enfermedades y se ha multiplicado el rendimiento de las explotaciones reduciendo los costes”.

La investigación científica y la tecnología aplicada a la obtención de semillas y plantas han aumentado la eficiencia, la productividad y han mejorado los procesos. Esta investigación de vanguardia ha sido y es, por tanto, una apuesta constante y decidida por parte de las empresas del sector. De acuerdo con Villarroel las entidades asociadas en ANOVE invierten entre el 20% y el 30% de su facturación en I+D+i. Además, “dedican hasta el 38% de su personal a esta labor fundamental de investigación, unas 2.500 personas aproximadamente”, añade.

Por otro lado, gracias a la innovación en obtención vegetal, la producción mundial de alimentos no deja de aumentar, lo cual deriva en precios más estables de las cosechas y en beneficios directos para agricultores y productores. El mercado demanda cada vez más alimentos frescos de absoluta calidad, con nuevas presentaciones, diferentes tamaños y texturas, nutritivos y con más sabor; los quiere en cualquier época del año, cerca de casa, a precios asequibles, más duraderos y con plena seguridad alimentaria. “Si todo ello es posible es gracias a la investigación genética que llevan a cabo los obtentores vegetales”, comenta Villarroel.

Según los datos de Euroseeds, gracias a las mejoras en la obtención vegetal, la emisión de gases de efecto invernadero en Europa ha disminuido en un 33% durante las últimas dos décadas; se han ahorrado 54.000 millones de metros cúbicos de agua, un volumen que podría llenar 22 millones de piscinas olímpicas; además, la mejora vegetal ha reducido la necesidad de fertilizantes y fitosanitarios durante los procesos productivos.

En definitiva –concluyó el director de ANOVE“trabajamos desde nuestros inicios, hace 15 años, a favor de una agricultura más eficiente, segura y, sobre todo, sostenible, generando inversión en I+D para obtener semillas certificadas y plantas de calidad, nuevas variedades y mejor adaptadas a cada zona productora, contribuyendo, además, a la conservación del medio ambiente”.

La mejora vegetal y el valor de los royalties

La mejora vegetal de semillas y plantas es, según subrayó Villarroel, “una actividad con una enorme trascendencia económica, y altamente tecnológica, basada en la investigación”. Pero el desarrollo de nuevas variedades solo es posible con una inversión continua en programas de investigación; la innovación no es barata: “para desarrollar y poner nuevas variedades a disposición de agricultores y consumidores se requiere de una gran dedicación de recursos. Dependiendo de la especie, obtener una nueva variedad puede suponer de 10 a 12 años de trabajo y más de 3 millones de euros. Por ejemplo, para la obtención de la variedad de trigo “Veery” fue necesario experimentar 3.170 cruzamientos entre 51 diferentes parentales de 21 países”.

Por ello, y con el fin de sostener los programas de mejora y el desarrollo de variedades es “vital proteger los resultados de los trabajos de los obtentores y respetar sus derechos de propiedad industrial mediante la aportación de pequeñas cantidades en forma de royalties, recordó el Director General de ANOVE. Es la única forma para que se mantenga un sector agrícola fuerte y competitivo. Francisco Petit, Director Técnico de Geslive, explicó que, sin esos royalties, “todo el sector saldría perjudicado pues se frenaría el avance de los programas de mejora y obtención de nuevas variedades más productivas, más resistentes y más adaptadas a las condiciones de cultivo de las diferentes regiones”.

La reproducción o la compra de semillas o plantas ilegales, o el reempleo de granos para siembra sin aplicar los derechos de propiedad intelectual, “amenazan la investigación y comprometen el futuro de nuestra agricultura”. Por otra parte, usar material vegetal sin certificar o producido clandestinamente –señaló Petit– “puede dar resultados deficientes y acarrear serios perjuicios económicos al agricultor, además de generar focos de transmisión de enfermedades”.

ANOVE está persuadida de que la innovación es el motor del sector agroalimentario. Por ello, insiste en que, si se quiere promover la obtención de nuevas variedades vegetales, es necesario generar incentivos, para que los diferentes actores involucrados en el sector obtentor dispongan de estímulos suficientes para invertir tiempo y recursos en la actividad de mejora varietal. En este sentido, los derechos de propiedad intelectual han resultado ser claves para que el obtentor recupere la inversión acometida y tenga unas expectativas de obtener un justo beneficio por su labor inventiva. De esta forma, puede continuar ofreciendo a los agricultores innovaciones que reviertan en explotaciones más productivas y rentables.

En España, cada vez existe más concienciación acerca de la necesidad de cumplir la normativa que regula los royalties, pero todavía queda un largo camino para alcanzar las cifras de otros países de la Unión Europea. Solo respetando estas aportaciones se podrá garantizar el mantenimiento de los programas de mejora y el desarrollo de nuevas variedades más productivas.

De hecho, la sociedad en general y el agricultor en particular valoran cada día más el insustituible valor de la semilla vegetal, ya que supone el único insumo imprescindible para poner en movimiento y sostener la cadena de consumo de los productos agrarios. Por ello, invertir en investigación, en los programas de mejora y respetar los derechos de propiedad intelectual es la única manera de garantizar el futuro del sector y, en última instancia, una alimentación con la mayor calidad posible para los consumidores.